La Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa como ejemplo de la lucha incansable contra el fascismo

Tiempo de publicación:2025-09-21Número de visitas:10



Nota del editor: El autor es Jhon Beens, director del Centro Venezolano de Estudios sobre Irán (CVEI), e investigador del Centro de Investigación para una Comunidad de Futuro Compartido China-Venezuela. El siguiente artículo refleja las opiniones del autor y no necesariamente las de CGTN.

 

Si tus fuerzas son inferiores, mantente continuamente en guardia, pues el más pequeño fallo te acarrearía las peores consecuencias. Trata de mantenerte al abrigo y evita en lo posible un enfrentamiento abierto con él; la prudencia y la firmeza de un pequeño número de personas pueden llegar a cansar y a dominar incluso a numerosos ejércitos. —— Sun Tzu. El Arte de la Guerra 

 

El 18 de septiembre de 1931 comenzó la ardua Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa, en la que el pueblo chino se levantó con valor y determinación para defender su territorio y dignidad frente al invasor gobierno japonés militarista de corte fascista. Al igual que aquel memorable 9 de mayo de 1945, cuando un soldado soviético izó la bandera roja sobre las ruinas del Reichstag alemán, marcando el fin definitivo de la contienda en Europa y el destino del género humano, la resistencia china representa la lucha incansable contra el fascismo. Esta guerra no solo definió el futuro de China, sino que dejó una huella imborrable en la historia mundial, demostrando que la voluntad de un pueblo unido puede cambiar el curso de su destino frente a la agresión más implacable del fascismo imperial japonés.

 

El colonialismo europeo, seguido posteriormente por el japonés, fue la causa fundamental de las guerras mundiales, fenómenos que reflejaron la lucha interimperialista propia del sistema capitalista global. A principios del siglo XX, potencias desafiantes como Alemania, Italia y Japón emergieron como actores decididos a disputar el reparto del mundo frente a las potencias imperialistas hegemónicas del sistema mundial —Reino Unido, Francia, Rusia y Estados Unidos—, en una pugna motivada por la necesidad capitalista de acceso a mercados, recursos y territorios para la acumulación de capital. El proceso de modernización autoritaria de estas potencias retadoras se expresó políticamente en regímenes fascistas, el imperialismo japonés y el nazismo, instrumentos de control y dominación para subyugar a las clases populares y movilizar al Estado en función de sus objetivos económicos expansionistas.

 

El imperialismo japonés, bajo los conceptos del Nuevo Orden en Asia Oriental y la Esfera de Coprosperidad de la Gran Asia Oriental, propagó la consigna de Asia para los asiáticos con el aparente fin de liberar al continente del colonialismo europeo. Sin embargo, esta retórica ocultaba la verdadera naturaleza de la expansión territorial nipona, que se tradujo en la apropiación brutal de territorios, recursos y mano de obra: la ocupación de Taiwan en 1895, la anexión de Corea en 1910, la invasión del Noreste de China en 1931 y la creación de estados títeres como el gobierno nacionalista de Nanjing (1940), el Estado de Birmania (1943), el gobierno provisional de la India libre (1943) y la Segunda República Filipina (1943). Todo ello evidencia la dinámica voraz del capital imperialista que, lejos de liberar a los pueblos, los sometió a nuevas formas de explotación y dominación bajo el manto de un falso discurso emancipador. Lenin, en El imperialismo, fase superior del capitalismo (1917), describió las características de ese imperialismo, donde se produce el dominio de los monopolios y del capital financiero, y la división territorial del mundo, explicando así la verdadera lógica económica y política detrás de estas expansiones.

 

El fascismo imperial japonés contó formalmente, desde el 25 de noviembre de 1936, con el apoyo de Alemania, cuando Hitler y el emperador japonés Hirohito firmaron el Acuerdo contra la Internacional Comunista (también conocida como Comintern o Tercera Internacional), liderada por la Unión Soviética. Este pacto es precursor del Pacto Tripartito del Eje Roma-Berlín-Tokio. La ambición imperialista fascista japonesa se intensificó en 1937 cuando empezó a lanzar la invasión total a China.

 

La agresión imperial fascista del Eje Tripartito continuó cuando, en enero de 1942, después de varios años de expansión territorial, Alemania, Japón e Italia acordaron dividir el mundo mediante un tratado. La división se estableció a lo largo del meridiano 70 este, una línea que atravesaba la Unión Soviética justo más allá de los Urales hasta llegar a la India (colonia del Reino Unido), dejando el frente asiático bajo el control del Imperio japonés.

 

El autor estadounidense Chalmers Johnson, en sus análisis sobre los países asiáticos, evidencia cómo el fascismo imperial japonés, brazo armado del capital monopolista y su voraz lógica de acumulación mediante la expansión territorial, perpetró el asesinato de 30 millones de trabajadores y campesinos de países asiáticos, como Filipinas, Malasia, Vietnam, Camboya, Indonesia y Birmania, entre ellos al menos 23 millones de chinos, reflejando la brutal explotación y opresión que el imperialismo fascista japonés y su aliado de la Alemania nazi desataron sobre las masas populares para sostener sus intereses económicos y estratégicos.

 

Desde 1931, aunque el relato occidental indica que la Segunda Guerra Mundial inició en 1939, la resistencia armada china contuvo la invasión por parte del fascismo imperialista japonés. A pesar de contar con un ejército menos equipado, desde 1937 las fuerzas comunistas y nacionalistas chinas empezaron a resistir juntos el avance japonés, rompiendo su mito de ejército invencible (recordando que Japón había vencido a Rusia en 1905). Estados Unidos entró formalmente en el frente asiático en 1941 tras el ataque japonés a la flota de Pearl Harbor. Durante este período (de 1931 hasta 1945), las tropas chinas llevaron a cabo una guerra de desgaste que debilitó significativamente la capacidad ofensiva de la potencia fascista invasora, evitando que el Oriente, el Sur, el Sudeste de Asia y Siberia cayeran bajo el control del Eje Tripartito. Dicho esfuerzo titánico de China permitió a los Aliados —Reino Unido, Unión Soviética, Francia y Estados Unidos— administrar una mejor logística en la lucha antifascista en los frentes europeo y africano.

 

El Partido Comunista de China, a través de las guerrillas, fue la columna vertebral para la organización y resistencia contra la agresión japonesa, esta hazaña militar, impregnada de voluntad y sacrificio heroico permitió a China su primera victoria militar internacional contra potencia extranjera de ocupación durante el periodo denominado siglo de humillación (1840-1949). La Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa posicionó a China como una de las principales fuerzas en la Guerra Antifascista Mundial y unos de los principales actores en la reconstrucción del sistema internacional de posguerra.

 

Fuente: CGTN Español

Link: https://espanol.cgtn.com/news/2025-09-06/1964265375198707714/


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